"Todavía
ahora no sé por qué accedí. Una fuerza extraña y ajena a mí me
hizo dar ese paso y cuando me quise dar cuenta ya no pude hacer nada,
porque su penetrante mirada anuló por completo mi voluntad.
Tan solo hizo falta una insinuación para que yo entrara en su coche. Habíamos estado tomando una copa y durante la escasa hora que nos duró ya pude comprobar el efecto que sus ojos producían en mí.
Y luego ahí, en ese espacio reducido, los dos solos, ajenos a todo a nuestro alrededor y tan cerca el uno del otro, no pasaron muchos minutos para que yo desfalleciera en mis intentos inútiles para mantenerme distante y fría.
Unicamente bastó un gesto suyo para que todo mi plan se desmoronara.
Entré en el coche y crucé mis piernas nerviosa, de forma que mi cuerpo quedó ladeado hacia él. Él, en cambio, permaneció inmóvil, de frente, agarrado al volante, hasta que mis palabras lo alteraron.
-¿Qué pasa que querías mostrarme tu fantástico coche? Pues sinceramente, me la sopla. -Ladeó lentamente la cabeza y me miró-. Voy a llamar a un taxi. -Estaba ya al borde del colapso.
Cuando mis dedos casi alcanzaron el móvil del fondo del bolso, su fuerte mano sobre la mía paralizó todos mis movimientos.
Revolviéndose sobre el asiento se colocó frente a mí, nuestras piernas separadas por el cambio de marchas, nuestros torsos más cerca que nunca y nuestros labios tan juntos que casi con tan solo moverlos un poco podríamos rozarlos.
-No harás tal cosa. No dejaré que lo hagas -dijo agarrando mi bolso y lanzándolo al suelo-. Tú quieres una cosa y la vas a tener.
Sus dedos se enredaron en mi pelo y sujetándome la cabeza me mantuvo frente a su rostro durante unos segundos. Su mirada se debatía entre mis ojos y mi boca y mi plan se desmoronó cuando vi la punta de su lengua paseándose por sus labios.
Tan solo hizo falta una insinuación para que yo entrara en su coche. Habíamos estado tomando una copa y durante la escasa hora que nos duró ya pude comprobar el efecto que sus ojos producían en mí.
Y luego ahí, en ese espacio reducido, los dos solos, ajenos a todo a nuestro alrededor y tan cerca el uno del otro, no pasaron muchos minutos para que yo desfalleciera en mis intentos inútiles para mantenerme distante y fría.
Unicamente bastó un gesto suyo para que todo mi plan se desmoronara.
Entré en el coche y crucé mis piernas nerviosa, de forma que mi cuerpo quedó ladeado hacia él. Él, en cambio, permaneció inmóvil, de frente, agarrado al volante, hasta que mis palabras lo alteraron.
-¿Qué pasa que querías mostrarme tu fantástico coche? Pues sinceramente, me la sopla. -Ladeó lentamente la cabeza y me miró-. Voy a llamar a un taxi. -Estaba ya al borde del colapso.
Cuando mis dedos casi alcanzaron el móvil del fondo del bolso, su fuerte mano sobre la mía paralizó todos mis movimientos.
Revolviéndose sobre el asiento se colocó frente a mí, nuestras piernas separadas por el cambio de marchas, nuestros torsos más cerca que nunca y nuestros labios tan juntos que casi con tan solo moverlos un poco podríamos rozarlos.
-No harás tal cosa. No dejaré que lo hagas -dijo agarrando mi bolso y lanzándolo al suelo-. Tú quieres una cosa y la vas a tener.
Sus dedos se enredaron en mi pelo y sujetándome la cabeza me mantuvo frente a su rostro durante unos segundos. Su mirada se debatía entre mis ojos y mi boca y mi plan se desmoronó cuando vi la punta de su lengua paseándose por sus labios.
Un
deseo incontrolable se apoderó de todo mi ser y en aquel momento lo
único que ocupaba mi mente era la idea de saborear sus labios, de
sentir su lengua dentro de mi boca y de tocarle. Sí, eso era lo que
deseaba con toda mi alma y eso es lo que ocurrió.
Agarrándole
por el cuello de la camisa hice que esos escasos milímetros que
separaban nuestras bocas se redujeran a cero y fue mi lengua la que
buscó la suya. Sus dedos presionaron con fuerza mi cabeza contra él
y al momento mi boca fue invadida por ella, la razón de la pérdida
de mi compostura.
Mis
dedos se deslizaron por la abertura de su camisa, acariciaron su
pecho y el cosquilleo de su vello, me erizó toda la piel. Su mano
acariciaba mi espalda por debajo de mi camiseta y a medida que se iba
deslizando por mi costado en dirección a mi pecho, mi deseo iba
aumentando. Mis dientes empezaron a mordisquear su labio inferior.
Nos separamos unos milímetros y nuestros ojos se encontraron. Su
mirada penetrante me previno de lo que iba a ocurrir y el movimiento
de mi mano le dio carta blanca a sus acciones.
Pero
contrariamente a lo que mi mente estaba imaginando que ocurriría, su
mano bloqueó la mía, impidiendo que mis dedos acabaran de bajar la
cremallera de su pantalón. Sujetándome por el pelo me separó de su
boca y sin apartar sus ojos de los míos me ordenó que me pusiera el
cinturón de seguridad.
Circulamos
durante unos cinco minutos a toda velocidad por la calles de la
ciudad hasta llegar a las afueras. En silencio. Yo sólo me atrevía
a mirarle de reojo y cada vez que lo hacía, me excitaba más el ver
su semblante serio y frío fijo en la carretera y sus fuertes manos
aferradas al volante, dando la impresión que en cualquier momento el
plástico o de lo que maldita sea que fuera que estuviera hecho se
desintegrara entre sus dedos.
Por
fin, llegamos frente a una casa y tomando un giro vertiginoso
entramos con el coche por el camino lateral en dirección a una gran
puerta de garaje que empezó a abrirse una vez que él accionó un
diminuto botón de la parte frontal del coche.
Por
lo poco que me dio tiempo a ver, la casa era impresionante, por no
decir del gran y magnífico jardín que la rodeaba y ya dentro del
aparcamiento, con mi mirada fija en el cristal del parabrisas y
presintiendo lo que ahora iba a ocurrir, mis piernas empezaron a
perder sensibilidad y fui incapaz de girar mi cabeza para mirarle. Ya
hacía unos segundos que había detenido el coche y sabía que me
estaba mirando.
—¿Sigues
queriendo llamar a ese taxi? —Su grave voz demasiado cerca de mi
oído como aquella primera vez que la escuché me sobresaltó.
Sin
decirle nada agarré mi bolso que todavía estaba en el suelo y salí
del coche. Él a su vez también lo hizo, y nos encontramos los dos
cara a cara delante del automóvil. Sus apetitosos labios se
arquearon débilmente en lo que pareció un principio de sonrisa y su
mano envolvió completamente la mía.
Él
caminaba delante de mí, con mi brazo extendido delante de mí y mi
mano sujetada a la suya, tenía desde allí una bonita perspectiva de
su fornida espalda y pude comprobar a la perfección la fuerza y
decisión de sus movimientos al andar.
Nos
dirigimos a una puerta que estaba situada a la izquierda del garaje y
que luego comprobé que daba directamente a la entrada de la casa.
Estábamos ya dentro del inmenso salón, cuando girando sobre sus
pies y sin soltarme la mano, me aprisionó con su cuerpo contra la
pared. Su otra mano me sujetaba delicadamente por el cuello y sus
ojos estudiaron por unos segundos mi escote.
Fue
entonces cuando solté mi bolso y mis dedos volvieron a reencontrarse
con sus abdominales. Uno a uno fui desabrochando los botones de su
camisa sin perder el contacto con sus ojos y él empezó un recorrido
lento de caricias por mi brazo y por mi cuello.
Ya
con mi otra mano libre acabé rápido con el trabajo que me mantenía
ocupada y de un tirón le saqué la camisa de dentro de los
pantalones. Su mano se paseaba cálidamente por la parte superior de
mis pechos y yo sabiendo muy bien lo que hacía, entreabrí
ligeramente mis labios mostrándole mi lengua mientras le miré de
forma seductora.
Su
reacción no se hizo esperar y al mismo tiempo que envolvía uno de
mis pechos con su mano, su boca se apoderó de la mía. Mi mano voló
hacia su entrepierna y colocándola sobre su erección la cerré con
firmeza en torno a su pene, que aún y resguardado bajo las ropas se
sentía duro y excitado.
Al
sentir mi caricia él se separó de mí apoyando su mano en la pared.
Entonces yo tuve una perfecta visión de su físico. Por favor... con
esa postura tan sexy y ese cuerpo delante de mí, en lo único que
pensé es en que necesitaba más.
Prácticamente
le arranqué la camisa de los brazos y como una obsesa me lancé a la
cinturilla de su pantalón. Con la rapidez y el nerviosismo del
momento no atinaba a meter el dedo entre la hebilla y el cuero del
cinturón y tampoco él me dio más oportunidades, porque enseguida
me cogió por la cintura y colgada de sus caderas me llevó hacia el
sofá, donde caímos los dos juntos.
Y
así, él sobre mí y yo por primera vez sintiendo su dureza entre
mis piernas empezó a desnudarme sin dejar de morderme la boca ni de
invadirme con su lengua."
3 comentarios:
Ufff, ya hoy no miro mas tu blog... vas a acabar conmigo... me estas conbirtiendo en una adicta a ti jajajajaja
Jajajajajaj Muaaaaaaa
Me acabo de dar cuenta de que he escrito convertir con B de burra... ay oma... no me lo tengas en cuenta jajjaja
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